Magdalenienses españoles

Los españoles que decoraron las cuevas de la cordillera cantábrica hace más de 11.000 años vivían en un clima gélido. Al final del periodo glaciar el tiempo en España sería parecido al que impera hoy en zonas septentrionales, como Canadá o Siberia. 

Félix remando en 1979, un año antes de morir, en el rio Nahanni de Canadá, acompañado de un nativo Slave, buscando a la etnia no contactada de los Naheddi.

Ríos llenos de salmones y castores; praderas con bisontes, uros, tarpanes, encebros y halcones; bosques con ciervos, osos, linces y lobos, es decir, la fauna que sobrevivió incólume hasta hace 10.000 años en Europa y hasta poco más de 100 años en el norte del continente americano. 

¿Tenían los nativos magdalenienses españoles de hace 11.500 años, habitantes de esta esquina del sur de Europa, no solo un clima sino también una cultura similar a la de las tribus indias paleolíticas que hace apenas un siglo habitaban las frías tierras de Canadá? 

Se sabe de al menos una tribu paleolítica no contactada que sobrevivió hasta principios del siglo XX. Desapareció sin ser estudiada nunca. Sus tribus vecinas decían de ella que seguían vivos, ocultos en lo más profundo de la Taiga. aún en 1979. 

¿Hubiera servido, el conocerles, para atisbar en ellos cómo éramos en Europa, hace cien siglos? 

El naturalista español Felix Rodríguez de la Fuente así lo pensó, los buscó y los describió como si los hubiera visto. Narró con pelos y señales el aspecto de un pueblo paleolítico no contactado, del que se sabe existió pero hacía décadas, ya entonces, que nadie había vuelto a ver a ninguno de ellos. 

Esperaba encontrar al menos su rastro en el Gran Norte, en el Yukón canadiense que hace frontera con Alaska. Decían otras tribus que se habían confinado y escondido para no contagiarse de los virus y las bacterias de los neolíticos, que les provocaban la muerte. 

Los bautizó con el nombre de los naheddi y relató cómo se trasladaban de unos campamentos a otros, como si hubiera sido testigo de las  expediciones que hacían, desplazándose en otoño río arriba hasta que acababa el invierno, y retornando en primavera. La gran migración de los naheddi.

La intuición de un paralelismo entre los humanos del norte de Canadá y los del norte de España, no andaba descaminada. Los arqueólogos aventuran la posibilidad de que la cueva del Buxu, en los Picos de Europa, cerca de Covadonga, era utilizada en invierno como zona estacional de caza por los magdalenienses españoles de la cueva de Tito Bustillo en Ribadesella, donde pasaban el verano al lado del mar, marisqueando y acechando cetáceos varados en la costa Cantábrica o sacando sardinas al cerco en la costa, metiendo la red a pie en el mar desde tierra.

La forma de migrar de los indígenas paleolíticos canadienses que llegaron al siglo XX, bien pudo parecerse, en efecto, a la de los paleolíticos españoles del río Sella para desplazarse desde su campamento de la costa a los Picos de Europa, yendo cauce arriba. 

Cambiando el río Nahanne por el Sella, y los athabasca de América por los magdalenienses europeos, nos acercamos al sueño de ver la faz de los pintores de Altamira, del Buxu, de Tito Bustillo, Ekain, Lascaux, Chauvet y demás cavernas pintadas por los magdalenienses antes de que los exterminaran los ganaderos asiáticos que invadieron España y Europa a sangre y fuego hace 7.000 años. 

El relato de Félix sobre los paleolíticos que buscó en America es una obra maestra digna de figurar en los anales de la narrativa paleolítica. Una oda que con seguridad se parecería a las transmitidas de generación en generación por los chamanes, contada por uno de los últimos de ellos que habitaron España. Su mensaje muestra una cosmovisión perdida.

Corte de audio del programa de Félix R. de la Fuente en RNE «La Aventura de la Vida», capítulo Aventura en Canadá. hablando de la tribu no contactada de los indígenas paleolíticos naheddi.